lunes, 18 de julio de 2011

Capítulo 8

Nos despertamos en la misma posición. Yo me desperté un poco antes, así que podía darle los buenos días como más me gustase. Fui a por el ipod y los altavoces, lo conecté y le di mucho volumen. Puse una canción muy movidita y cuando sonó, salté encima de él. Pero Harry no abría los ojos. Siempre me hacía lo mismo, pero esta vez me asusté. Apagué la música y me acerqué a él. Le toqué la cara y en ese momento gritó. Me asusté tanto que me caí hacia atrás. Él empezó a reírse y yo, cuando pude levantarme, salí corriendo del dormitorio. Vi que Harry me seguía y no paraba de reírse. Cuando llegamos al salón, me puse en una parte del sofá, intentando que no me cogiera. Pero era Harry, siempre tenía que cogerme sin dificultad. Saltó el sofá y me cogió, para luego tirarme con él al sofá. Como caí encima de él, no me hice ningún daño, pero lo peor no era eso.

- ¡Ni se te ocurra hacerlo! – odiaba mucho que me hiciera cosquillas.

Pero no pude evitarlo. Me cogió tan fuerte que no había manera de escaparse. Al principio intenté no reírme ni llorar, pero no tardé mucho. Cuando vio que no podía reírme más, me dejó. Me aparté de él y salí corriendo, entré en el baño y me escondí dentro de la ducha. Oí que Harry entraba riéndose y preguntándome dónde estaba. Descorrió la cortina y me vio a mí, con la alcachofa de la ducha enchufándole y muy dispuesta a mojarle.

- ¿No serás capaz? ¡Que hace mucho frío!

- ¡Eso haberlo pensado antes!

Y abrí el grifo. Harry no podía creérselo, le estaba mojando y además, ¡con agua fría! Cuando pudo dominar la situación, me quitó de las manos la alcachofa y me apuntó a mí. Empecé a gritar y a reírme a la vez. Aproveché que se despistó un momento y me subí a su espalda.

- ¡Si me mojas te mojarás a ti también!

Pero le dio igual. Acabamos los dos muy mojados y tiritando. Cuando decidimos que la broma era suficiente, nos quitamos la ropa, nos secamos y Harry me llevó a la cama, como si fuera un saco de patatas. Nos metimos debajo de todas las mantas que había y nos empezamos a reír. Él se acercó un poco más y me apartó el pelo mojado de la cara. Yo le sonreí y le di un beso. Harry levantó un poco la manta y empezó a acariciarme la espalda. Entre el frío y sus caricias yo no paraba de estremecerme.

Cuando entramos en calor, nos pusimos algo de ropa y desayunamos algo, ya que los dos estábamos muertos de hambre. No queríamos pasar nuestros últimos días en la cama, así que cogimos lo necesario y salimos de casa. Pasamos todo el día en el puerto, viendo a los pescadores hacer su trabajo. Comimos en una taberna que había cerca.

Después de comer, volvimos al puerto y ayudamos a un pescador que parecía tener problemas con su red. Para darnos las gracias, nos ofreció darnos un paseo en su pequeña barca. Nosotros aceptamos encantados y nos subimos sin pensarlo.

A medio camino ya era de noche. Hacía un poco de frío, pero el pescador nos sacó unas mantas y nos dio café caliente. Nos lo bebimos y, cuando terminamos, seguimos el paseo. De repente, el pescador paró. Le preguntamos si pasaba algo, pero dijo que no, que él solía parar en ese lugar para poder observar la Aurora Boreal. Harry y yo nos miramos y sonreímos. Teníamos la oportunidad de verlo otra vez.

No tuvimos que esperar mucho. Unos minutos después de parar, apareció aquel fenómeno tan hermoso. Era un momento mágico, difícilmente lo olvidaría. Cerré los ojos un momento y deseé que no se acabara nunca. Me acordé en ese momento que llevaba la cámara. Se la pasé al pescador y éste nos hico varias fotos.

Cuando estábamos volviendo, miramos las fotos que nos había hecho el señor. En la primera estábamos los dos, abrazados, mirando al cielo. En la siguiente foto, Harry había dejado un momento de mirar para darme un beso en el cuello. Pasé a la siguiente y vi la Aurora Boreal detrás de nosotros, quitándonos toda la luz que teníamos y dejando solo nuestras siluetas, mientras nosotros nos besábamos. Y en la última foto, estaba yo, apoyada en Harry, señalándole el fenómeno, porque justo en ese momento se veían todos los colores. Al terminar de verlas, guardé la cámara y le di un beso a Harry.

Le dimos las gracias al pescador y nos fuimos a la casa, era ya muy tarde. Entramos y nos dirigimos al cuarto. Pero no nos dormimos, no podíamos. Habían pasado tantas cosas en los últimos días. Aunque la verdad era que los dos, solo podíamos pensar en una.

- Mañana iré a la tienda y compraré el test de embarazo. Quiero saberlo antes de irnos a casa.

- Estoy nervioso. ¿Y si…? – pero le tapé la boca.

- No sigas, no pienses eso. Mañana lo sabremos. Solo unas horas más. Pero si es que no, no pasa nada, ¿vale? Seguiremos intentándolo en Londres.

- Tengo el presentimiento de que mañana nos llevaremos una gran sorpresa.

Y con la idea del embarazo, nos quedamos dormidos. Los dos estábamos ansiosos porque llegara ese momento, pero tendríamos que esperan un poco.

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