lunes, 18 de julio de 2011

Agradecimientos

Ha sido breve, pero he puesto lo mejor de mí en esta historia. Si me conocéis podréis verme reflejada en el personaje, a parte de que se llame como yo, claro.
Antes de terminar, quería agradecerle a tres personas muy especiales para mí, Mónica, Judit y Amaia, que me han introducido en este mundo y han hecho que cada día tenga ganas de contar cosas nuevas.
No soy una gran escritora, y supongo que nunca lo seré, pero mi objetivo no es ese, lo que yo quiero es transmitiros sentimientos que tengo dentro de mi cabeza, y que consiga haceros reír, llorar y sufrir como sufren los personajes.
Espero que os haya gustado, y si no, a la próxima más y mejor, a no ser que haya sido tan malo que nadie quiera que vuelva a escribir.

Lunaluunera

Epílogo

Dos años después…

Levantarme era algo que hacía automáticamente. No me hacía falta el despertador. Abría los ojos, me quitaba las sábanas e iba al baño. Siempre lo mismo. Incluso cuando no tenía que ir al trabajo lo hacía. Y siempre a la misma hora, las seis de la mañana. ¿Por qué? Ni lo sabía ni me importaba.

Hoy no era diferente. Me levanté, fui y al baño y me vestí. Me puse el pantalón, luego la camisa y por último los zapatos. Hacía tiempo que no me ponía nada bonito, ni un collar, ni unos pendientes, nada. Fui a la habitación de Cris, lo preparé y lo puse en el carrito. Llamaron al timbre. Era Tom.

- ¿Cómo está hoy el pequeño Cris? Toma, tu tío Tom te ha traído un regalo. ¡Felicidades!

- Gracias Tom. No hacía falta.

- No es nada – dijo él dándome un abrazo. - ¿Estás lista?

- Sí.

Y me ayudó a bajar el carrito con Cris dentro. Una vez en la calle nos dirigimos a su coche. Dentro estaba Gio. Nos saludó con una gran sonrisa y felicitó a Cris. El trayecto lo hicimos en silencio. Bueno, yo iba callada mientras Tom y Gio no paraban de comentar cosas. Cuando llegamos, salí del coche sin coger a Cris, de eso se encargó Tom. Entramos en Hyde Park y allí estaban todos. Felicitaron a Cris y a mí me dieron un beso.

Andamos hasta la otra parte del parque, era demasiado grande. Nos paramos delante de un pequeño árbol. Las chicas depositaron unas flores y me abrazaron. Después de todo aquel paripé, me dejaron sola. Tardé varios minutos en acercarme, acaricié el árbol y me senté a su lado, apoyándome en él.

- Hoy Cris cumple dos años. Está muy mayor. Cada día se parece más a ti – y derramé una lágrima. – Es duro ¿sabes? A veces me dan ganas de dejarlo todo. Pero ahí está Cris, con sus pequeñas manitas y su sonrisa perfecta. Y ahí es cuando me doy cuenta de que no puedo tirar la toalla. Hay alguien que me necesita y no puedo fallarle.

- ¿Te acuerdas de aquel deseo que pedí? Se ha cumplido, ya puedo decirte qué era. Pedí que fuera un niño, para tener a mi pequeño Harry – y estuve unos minutos en silencio.

- No puedo creer que ya no estés. Solo quiero oír tu risa, nada más. Intento recordar tu rostro, pero cada vez me cuesta más. Una parte de mí quiere borrarte, pero mi corazón no me deja. Cuando te fuiste, te odie. Y cuando me enteré de que estaba embarazada, te odie mucho más. Me habías dejado sola, con un bebé. Nuestro bebé. Y ahora ya no estás. No podrás verle crecer, ni verle enamorarse. Y él no podrá conocer nunca a su padre. Y eso no es justo. Deberías estar a su lado, porque te va a necesitar y no vas a estar a su lado cuando quiera hablar contigo. Harry, estoy muy asustada. Contigo todo habría sido mucho más fácil, pero ahora no lo veo así. Ahora estoy sola.

- No estás sola – oí una voz detrás de mí.

Me giré y vi a Amaia, Judit y Mónica justo en la otra parte del árbol. Se acercaron las tres a mí y me abrazaron. En ese momento empecé a llorar todo lo que no había llorado en dos años. Me levantaron poco a poco y empezaron a andar hacia donde estaba el resto.

- Esperad – dije.

Me acerqué al árbol y le deposité un beso con la mano. Luego, miré la pequeña placa que había en el suelo y la acaricié. Cuando terminé, me cogí a mis amigas y nos alejamos poco a poco.

Harry Mark Christopher Judd

Tu familia y amigos te quieren y no te olvidan

We belong together, for eternity

Capítulo 9

Nos despertamos nada más amanecer. Estábamos demasiado nerviosos como para seguir durmiendo. Él se fue al baño y yo me puse una bata y preparé algo para desayunar. Hice unas tostadas y puse en la mesa mantequilla y mermelada. Nos sentamos en la mesa y desayunamos en silencio.

Cuando terminamos, Harry limpió los platos y yo fui a vestirme. Entré en el baño y me miré en el espejo. ¿Estaría embarazada? Miré mi tripa, pero no noté nada. Me lavé los dientes y la cara, tenía que conseguir despejarme. Salí del baño y vi a Harry meterse en el dormitorio.

- Cariño, prefiero ir sola. Quédate tú aquí y descansa. En muy poco rato estoy aquí.

- ¿Estás segura? – dijo bostezando.

- Vete a dormir anda, en unas horas estaré aquí. Te lo prometo – y le di un beso.

- Espera – dijo acercando su dedo a mi mejilla. – Una pestaña, pide un deseo y sopla – y así hice. - ¿Qué has pedido?

- Si te lo digo no se cumplirá – y le sonreí.

- Si lo sé no te quito la pestaña.

- Algún día te diré lo que he pedido, cuando se cumpla.

- ¿Ya das por supuesto que se va a cumplir? – preguntó sorprendido.

- Tengo un presentimiento – y me reí.

Nos volvimos a besar y yo me fui. Decidí ir andando hasta la tienda más cercana, me sentaría bien. No hacía tanto frío como los días anteriores, se estaba muy bien. Caminé durante una media hora y encontré una tienda. Dudé unos segundos, pero al final entré. Me acerqué al mostrador y le pedí varias cosas que no necesitaba, además del test de embarazo. El dependiente me miró con una sonrisa y me lo dio todo. Pagué y salí de la tienda.

Cuando caminaba de vuelta, me encontré con la madre y la niña del otro día. Me reconoció y me sacó la lengua. Yo hice lo mismo, pero justo en ese momento la madre me miró. Yo me di la vuelta y me alejé.

Volví por el mismo camino. No paraba de pensar en lo que iba a ocurrir en unos minutos. Pero algo me detuvo. Empecé a oler algo raro, no sabía qué era. Seguí andando y empecé a ver muchos coches parados enfrente de la casita. Di unos pasos más y lo entendí todo. La casa estaba en llamas. Dejé caer la bolsa y fui corriendo. ¡La casa estaba en llamas! ¡No! ¡Harry! ¡Por favor, no! Cuando llegué justo a la altura de los bomberos, un hombre me paró.

- ¡Harry está dentro! ¡Suéltame! ¡Déjame entrar! ¡Por favor! ¡Tengo que entrar!

- Señorita, no puede entrar. La casa se puede caer en cualquier momento.

- Por favor, no lo entiende, mi novio está ahí dentro. Tengo que encontrarle. Por favor. Se lo suplico.

- Lo siento. Los bomberos acaban de entrar, si hay alguien, lo sacarán.

El hombre seguía sujetándome. No podía ser verdad lo que estaba pasando. No, por favor. Harry, tú no. No te vayas, no me dejes sola. Y en ese momento vi que un bombero sacaba un bulto de la casa. Empecé a chillar y a llorar.

- ¡Harry! ¡No! ¡No! ¡No! ¡Suélteme!

Me soltó y yo fui corriendo hacia la camilla donde habían puesto su cuerpo, inmóvil, sin vida. Intenté abrazarle, pero un bombero me lo impidió.

- No puedes tocarlo. ¡Que alguien se la lleve!

- ¡No! ¡Harry! ¡Por favor Harry, despierta! ¡No me puedes hacer esto! ¡Despierta, por favor! ¡Suélteme! ¡Necesito ir con él! ¡Déjeme! ¡Harry! ¡Cariño, despierta!

Pero él no despertó. Siguió quieto en aquella camilla. Un hombre me cogió en brazos, como pudo, y me metió dentro de un coche, cerrando las puertas para que yo no saliera. Pero yo no me rendí, empecé a dar golpes para me dejaran salir. Nadie me hacía caso. Empecé a gritar y a dar más golpes, pero nada. Todo el mundo estaba pendiente de la casa. Desde el coche no podía ver a Harry. Pero miré por la parte de atrás y ahí estaba él. Unos hombres habían puesto un plástico encima de él. Los odiaba. Odiaba al hombre que me había encerrado en este maldito coche, odiaba a los bomberos por no haber llegado antes, odiaba a Harry por haberse ido, y me odiaba a mí por haberle dejado solo en la casa. Empecé a llorar otra vez y poco a poco noté que me sumergía en la inconsciencia. No, ahora no. Tengo que estar despierta, no puedo desmayarme. Pero no pude hacer nada. Se me cerraron los ojos y caí en el asiento trasero de aquel coche.

Capítulo 8

Nos despertamos en la misma posición. Yo me desperté un poco antes, así que podía darle los buenos días como más me gustase. Fui a por el ipod y los altavoces, lo conecté y le di mucho volumen. Puse una canción muy movidita y cuando sonó, salté encima de él. Pero Harry no abría los ojos. Siempre me hacía lo mismo, pero esta vez me asusté. Apagué la música y me acerqué a él. Le toqué la cara y en ese momento gritó. Me asusté tanto que me caí hacia atrás. Él empezó a reírse y yo, cuando pude levantarme, salí corriendo del dormitorio. Vi que Harry me seguía y no paraba de reírse. Cuando llegamos al salón, me puse en una parte del sofá, intentando que no me cogiera. Pero era Harry, siempre tenía que cogerme sin dificultad. Saltó el sofá y me cogió, para luego tirarme con él al sofá. Como caí encima de él, no me hice ningún daño, pero lo peor no era eso.

- ¡Ni se te ocurra hacerlo! – odiaba mucho que me hiciera cosquillas.

Pero no pude evitarlo. Me cogió tan fuerte que no había manera de escaparse. Al principio intenté no reírme ni llorar, pero no tardé mucho. Cuando vio que no podía reírme más, me dejó. Me aparté de él y salí corriendo, entré en el baño y me escondí dentro de la ducha. Oí que Harry entraba riéndose y preguntándome dónde estaba. Descorrió la cortina y me vio a mí, con la alcachofa de la ducha enchufándole y muy dispuesta a mojarle.

- ¿No serás capaz? ¡Que hace mucho frío!

- ¡Eso haberlo pensado antes!

Y abrí el grifo. Harry no podía creérselo, le estaba mojando y además, ¡con agua fría! Cuando pudo dominar la situación, me quitó de las manos la alcachofa y me apuntó a mí. Empecé a gritar y a reírme a la vez. Aproveché que se despistó un momento y me subí a su espalda.

- ¡Si me mojas te mojarás a ti también!

Pero le dio igual. Acabamos los dos muy mojados y tiritando. Cuando decidimos que la broma era suficiente, nos quitamos la ropa, nos secamos y Harry me llevó a la cama, como si fuera un saco de patatas. Nos metimos debajo de todas las mantas que había y nos empezamos a reír. Él se acercó un poco más y me apartó el pelo mojado de la cara. Yo le sonreí y le di un beso. Harry levantó un poco la manta y empezó a acariciarme la espalda. Entre el frío y sus caricias yo no paraba de estremecerme.

Cuando entramos en calor, nos pusimos algo de ropa y desayunamos algo, ya que los dos estábamos muertos de hambre. No queríamos pasar nuestros últimos días en la cama, así que cogimos lo necesario y salimos de casa. Pasamos todo el día en el puerto, viendo a los pescadores hacer su trabajo. Comimos en una taberna que había cerca.

Después de comer, volvimos al puerto y ayudamos a un pescador que parecía tener problemas con su red. Para darnos las gracias, nos ofreció darnos un paseo en su pequeña barca. Nosotros aceptamos encantados y nos subimos sin pensarlo.

A medio camino ya era de noche. Hacía un poco de frío, pero el pescador nos sacó unas mantas y nos dio café caliente. Nos lo bebimos y, cuando terminamos, seguimos el paseo. De repente, el pescador paró. Le preguntamos si pasaba algo, pero dijo que no, que él solía parar en ese lugar para poder observar la Aurora Boreal. Harry y yo nos miramos y sonreímos. Teníamos la oportunidad de verlo otra vez.

No tuvimos que esperar mucho. Unos minutos después de parar, apareció aquel fenómeno tan hermoso. Era un momento mágico, difícilmente lo olvidaría. Cerré los ojos un momento y deseé que no se acabara nunca. Me acordé en ese momento que llevaba la cámara. Se la pasé al pescador y éste nos hico varias fotos.

Cuando estábamos volviendo, miramos las fotos que nos había hecho el señor. En la primera estábamos los dos, abrazados, mirando al cielo. En la siguiente foto, Harry había dejado un momento de mirar para darme un beso en el cuello. Pasé a la siguiente y vi la Aurora Boreal detrás de nosotros, quitándonos toda la luz que teníamos y dejando solo nuestras siluetas, mientras nosotros nos besábamos. Y en la última foto, estaba yo, apoyada en Harry, señalándole el fenómeno, porque justo en ese momento se veían todos los colores. Al terminar de verlas, guardé la cámara y le di un beso a Harry.

Le dimos las gracias al pescador y nos fuimos a la casa, era ya muy tarde. Entramos y nos dirigimos al cuarto. Pero no nos dormimos, no podíamos. Habían pasado tantas cosas en los últimos días. Aunque la verdad era que los dos, solo podíamos pensar en una.

- Mañana iré a la tienda y compraré el test de embarazo. Quiero saberlo antes de irnos a casa.

- Estoy nervioso. ¿Y si…? – pero le tapé la boca.

- No sigas, no pienses eso. Mañana lo sabremos. Solo unas horas más. Pero si es que no, no pasa nada, ¿vale? Seguiremos intentándolo en Londres.

- Tengo el presentimiento de que mañana nos llevaremos una gran sorpresa.

Y con la idea del embarazo, nos quedamos dormidos. Los dos estábamos ansiosos porque llegara ese momento, pero tendríamos que esperan un poco.

Capítulo 7

Los siguientes días los pasamos comprando cosas en la ciudad. No queríamos gastar mucho dinero, pero conmigo, eso era imposible. Todo lo que veía me lo quería llevar. Harry se reía de mí al ver la cara de loca que se me ponía cuando compraba. Me encantaba ir de compras, y Tromso no iba a ser menos. Ya que estaba en un sitio completamente diferente, tenía que aprovechar.

Cuando llegamos a la casa, dejé todas las bolsas en el salón y me tumbé en el sofá, estaba agotada. Harry me apartó las piernas y se sentó, volviendo a dejarlas encima de él. Y se quedó muy quieto, cuando vio donde tenía yo mi mano. Sin darme cuenta, había apoyado mi mano en mi barriga. Vi la cara de Harry y la aparté instintivamente.

- ¿Y si…? – preguntó él.

- Es demasiado pronto para saberlo. Ten paciencia.

- Podías ir a comprar un aparatito de esos.

- ¡Acabamos de volver de la ciudad! Si quieres mañana voy – y le hice un hueco para que se tumbara a mi lado.

- Tengo tantas ganas – y acarició mi barriga.

- Y yo, cariño. Y yo.

Me quedé dormida durante un rato. Pero un delicioso olor me despertó. Harry estaba preparando tortitas.

- ¿Tortitas? ¿A estas horas? – pregunté mientras me acercaba a la cocina.

- ¡Siempre es buena hora para tortitas! – y me dio un trozo para que las probara.

- ¡Vas aprendiendo! Están más buenas que nunca –y le di un beso antes de robar otro trozo.

- Al final seré un gran cocinero. ¡Eh! Deja algo para la cena tragona.

Cogí el chocolate y la nata y lo puse en la mesa. Cinco minutos después tenía delante de mí un plato enorme con muchas tortitas. Me puse dos y me las comí sin apenas respirar. Era una de mis comidas favoritas. Siempre que me aburría en casa, preparaba muchas y las que no me comía, se las guardaba a Harry. Poco después, ya no quedaba ni una tortita. Lo malo, o bueno, según se mire, es que solía acabar llena de nata y chocolate. Y aunque era un pringue, lo que pasaba después, lo compensaba.

La imagen que venía después era la siguiente. Platos rotos por el suelo, rastros de nata por todo el suelo hasta el dormitorio. El bote de chocolate tirado por el suelo y la cama deshecha y llena de manchas. Cuando lo vimos así, no pudimos evitar reírnos. No lo hacíamos a propósito, simplemente, no teníamos mucho cuidado.

Después de limpiarlo todo, nos metimos juntos en la ducha y nos limpiamos. Estábamos muy pegajosos, daba asco vernos, pero no nos importaba, era parte del juego. Cuando por fin estábamos limpios, nos sentamos en el sofá y pusimos algo de música de fondo.

- Ojala pudiéramos quedarnos así para siempre. Sin preocupaciones ni responsabilidades – dije pasando su brazo por mi cuello para apoyarme en él.

- Lo sé. Pero la vida sigue aunque nosotros no queramos. Pero bueno, intentemos aprovecharlo al máximo para que luego sea difícil de olvidar.

- Dudo mucho que me olvide de todo esto. Y si se me olvidan, ya estarás tú para recordármelo todo.

- Prefiero que no se te olvide. Además, presiento que habrá algo que nos lo recordará todos los días – dijo mirando mi vientre.

- Pronto lo sabremos - y le puse su mano junto a la mía sobre mi tripa. Pero de repente sonó su móvil.

- Mierda. ¿Quién será? – pero los dos sabíamos perfectamente quién era.

- No te enfades con él, no es su culpa.

- Hola Tom – dijo cogiendo el teléfono.

-

- Sí, lo sé. Sabía que ese día llegaría.

-

- ¿Tan pronto? ¿Por qué? – y me miró a mí.

-

- Entiendo. Sí, sí. No te preocupes. Ahora mismo se lo digo. Vale, Tom. Nos vemos pronto. Saluda al resto. Adiós – y colgó.

- ¿Qué te ha dicho? – pregunté mientras le cogía la mano para tranquilizarle.

- Tenemos tres días.

- ¿Solo?

- Lo siento – y me abrazó.

- Cariño, no es tu culpa. Ya sabíamos que esto acabaría algún día. No te preocupes. Aprovechemos estos días y ya está, ¿vale? – y le abracé muy fuerte.

- Vale. ¿Nos vamos a la cama?

- Buena idea.

Y nos dirigimos al cuarto cogidos de la mano. Acabábamos de recibir la noticia que ninguno de los deseaba escuchar. Nos pusimos los pijamas y nos metimos en la cama sin decir nada. Una vez tumbados, me acerqué mucho a él y le di un beso.

- No te preocupes, ¿vale? – le dije en un susurro.

- A veces odio ser lo que soy.

- Si no fueras lo que eres, seguramente no estaríamos aquí, ni te habría conocido. Así que no digas tonterías.

- Tengo mucha suerte de tenerte – dijo dándome un beso en el hombro.

- Lo sé. Ahora no serías nada sin mí – y me reí, solo quería animarle un poco.

- Toda la razón – y también se rió, aunque con menos fuerza.

- Solo serías un batería con mucho éxito y millones de chicas detrás de ti. Nada del otro mundo. Qué vida tan triste, ¿no?

- ¿Y para qué quiero todo eso si no te tengo a ti? – me dijo mirándome a los ojos. – Ahora mismo no me importa nada que no seas tú.

- Te quiero tanto – a veces conseguía emocionarme con las cosas tan bonitas que me decía.

- Te quiero desde el primer escupitajo – y también lo estropeaba muy fácilmente.

- Anda, durmamos o si no mañana no seremos personas - le di un beso y él me abrazó.

Capítulo 6

Los días siguientes fueron muy normales. Pasábamos la mayor parte del tiempo en la cama, pero sin dormir. Desde que le dije que quería tener un hijo, Harry me había obligado a no salir del dormitorio, según él, teníamos que aprovechar ahora. Era muy divertido verle así, tan emocionado con la idea. Pero en el fondo estaba tan asustado como yo.

Después de una semana encerrados en la casa, salimos para ver un poco más de Tromso. Nos habíamos olvidado por completo que aún estábamos allí, en ese lugar tan bonito. Me costó mucho convencerle, pero al final cedió y fuimos a descubrir un poco más de aquellas tierras.

Estuvimos todo el día caminando, pero valía la pena, veíamos paisajes muy bonitos. Y en cada parada, yo sacaba la cámara y hacía mil fotos. No quería olvidar nada. Estaban siendo unas vacaciones perfectas, pero los dos sabíamos que pronto tendríamos que volver, nuestras obligaciones nos llamaban. Pero ninguno de los dos quería irse, se estaba tan bien, podría ser muy fácil olvidarse de todo y quedarnos allí para siempre. Yo podría haberme quedado, por lo menos duramente un tiempo, haber hecho mi trabajo desde aquí, pero Harry no. Él tenía que estar donde estuviera el grupo. Y eso era lo más difícil para él. No quería irse, le encantaba ese sitio, pero tarde o temprano recibiría una llamada que le obligaría a bajarse de las nubes y volver a la vida real. Y cada vez temíamos más esa llamada.

La tarde la pasamos donde habíamos visto la Aurora Boreal. Harry volvió a limpiar la mesa de nieve y me ayudó a subir. De día se veía todo precioso. Aquel lugar tenía algo muy especial, no sabía qué era, pero estar allí, sentada junto a Harry, hacía que muchos recuerdos y emociones vinieran a mí.

- ¿Te acuerdas de la primera vez que me hablaste? – le pregunté.

- Perfectamente. Entramos los dos a la vez en el metro, te pusiste muy roja porque habíamos chocado y yo me reí y te dije que no pasaba nada.

- Quién nos iba a decir que siete años después, íbamos a estar aquí, viendo la puesta de sol en Tromso.

- ¿Y tú te acuerdas de lo que pasó después? – preguntó mientras se reía.

- Gracias por recordarme el día más humillante de mi vida. Siempre que me pongo nerviosa por culpa de un chico, me da por escupir. Y esa vez te tocó a ti ser escupido.

- Fue gracioso, aunque un poco asqueroso. – y no paró de reírse.

- Gracioso para ti, porque para mí, no lo fue. Imagínate cómo me sentí. Me choco con el chico más guapo del mundo y le escupo. ¿Cómo te hubieras sentido tú si te hubiera pasado a ti?

- Eres una exagerada. No fue para tanto. Además, gracias a eso, hiciste que no me olvidara de ti. Así es cómo te reconocí la siguiente vez que te vi. – y sonrió.

- Sí, también fue bastante penoso. Yo bailando muy borracha y tú con tus amigos riéndote de mí. Genial. No sé cómo acabaste conmigo – creo que no debí haber sacado ese tema, era demasiado humillante recordarlo.

- Pues fue ahí cuando me enamoré de ti. ¿No te acuerdas qué pasó? – y esperó a que yo recordara cada detalle de aquella noche.

- Bueno, me acuerdo de que me bebí todo el alcohol de aquella discoteca. Luego me suena que empecé a bailar como una loca. Y creo que te reconocí, pero ya no me acuerdo de más. Bueno sí, me acuerdo del día siguiente y de la resaca.

- ¿Y qué más? Te lo he contado muchas veces – odiaba mucho cuando se ponía así.

- Lo sé, pero es de las cosas que intento olvidar de mi pasado.

- Ahora que lo pienso, siempre te he contado mi punto de vista, pero no sé cómo lo viviste tú – y me puso esos ojos de cordero degollado que tanto odiaba.

- A veces te pones muy insoportable. Vale, recuerdo que cuando estaba bailando un tío se me acercó y empezó a sobarme demasiado. Te vi y no sé porque, pero me dio por ponerte celoso – risas de Harry.

- ¿Y qué más?

- Empecé a moverme provocando demasiado al tío ese. Y entonces le besé. Fue bastante asqueroso. Y como yo llevaba un vestido bastante corto…

- Y que te quedaba muy bien.

- ¿Vas a cortarme todo el rato o puedo continuar?

- Tenía que decirlo. Estabas muy guapa y sexy esa noche – me miró y entendió que no me gustaba recordar esa noche. – Vale, ya me callo.

- Bien. Lo que recuerdo que pasó después, es una mano tirando de mí. Yo estiraba para el otro lado, como si no quisiera seguirle. Entonces, el tío me dio un tirón y acabé en el suelo, llorando como una tonta. Me levanté como pude y te vi encarándote con él. En ese momento pensé que eras un verdadero idiota.

- Y lo sigues pensando, ¿o no? – y seguía riéndose.

- Sí, eres mi idiota – y esta vez yo también me reí. – Cuando le fuiste a pegar me puse en medio. No sé qué me llevo a hacer eso, pero lo hice. Me acuerdo de haberte mirado a los ojos y de haberte suplicado que no lo hicieras. Algo realmente ridículo.

- ¿Y de verdad pensabas que no iba a darle su merecido? Parecías tan frágil en ese momento, que lo único que quería era protegerte. Y creo que es lo que he hecho hasta ahora, ¿o tienes alguna queja? – y me besó.

- Ninguna. ¡Pero estaba contando yo la historia! No sirvió de nada que te suplicara. Le pegaste y él te pegó. Todo precioso. Y yo, tonta de mí, empecé a pegarte y a cogerte del brazo para que lo dejaras. Y al final, la que salió perdiendo fui yo. Recuerdo que cuando me empujasteis, salí de la discoteca y me puse a correr, aunque no sabía muy bien por dónde estaba yendo. Me paré y me senté en un banco que encontré. Al cabo de cinco minutos, ya estabas ahí, poniéndome tu chaqueta encima y abrazándome.

- Y ahí es cuando te enamoraste de mí – y puso una sonrisa triunfal.

- No. Estaba demasiado borracha como para pensar en eso. En esos momentos solo quería irme a casa. Me enamoré la siguiente vez que te vi.

- Eso fue en el concierto. ¿Te enamoraste de mí ahí?

- Bueno, no exactamente. Fue después, cuando mis amigas y yo estábamos fuera esperando a que salierais y que nos firmarais un autógrafo. En ese momento os ibais a meter en el coche, pero me miraste y me reconociste. Los chicos te gritaban para que entraras en el coche, pero tú no les hiciste caso. Viniste hacia donde estábamos nosotras, nos firmaste los discos y me diste un beso en la mejilla. En ese momento supe que tenía que volver a verte. ¡Y cómo me costó conseguirlo! Eres un chico muy ocupado y con mucha seguridad a tu alrededor.

- Desde el principio supe que eras tú la que intentaba entrar en el sitio donde grabábamos. Sabía que venías todos los días para intentarlo, pero que el de seguridad no te dejaba. Me lo pasaba muy bien viendo tu cara de decepción. Pero ni aún así te rendiste – y me volvió a besar.

- Nunca me rendí – y apoyé mi cabeza en su hombre para terminar de contemplar la puesta de sol.