lunes, 18 de julio de 2011

Capítulo 2

Volvimos a nuestra casita en medio del bosque. Harry encendió la chimenea y yo me metí debajo de una manta que había en el sofá. Él se acercó y me miró con cara de pena para que le dejara un hueco.

- ¿Y yo qué recibo a cambio? Esta manta es demasiado calentita como para que te deje entrar así como así – me encantaba picarle.

- ¿Lo de esta noche no te sirve? ¿O es que aún quieres más? – e hizo amago de apartar la manta, pero yo no le dejé.

- No, no. Lo de esta noche no cuenta. Tú lo has hecho porque me quieres y me adoras, y no me has pedido nada a cambio. Así que si quieres que te deje un poco de manta, tendrás que hacer algo por mí – y empecé a frotarme las manos, como si fuera la típica mala de película. Él, en cambio, suspiró y esperó a que le dijera qué quería.

- Creo que ves demasiadas películas. A ver, ¿qué tengo que hacer para que la persona más mala del mundo me deje sentarme junto a ella?

- Déjame pensar.

- Cariño, me estoy congelando. Podrías ser un poco más rápida.

- Vale, vale. Primero quiero que…

- ¿Cómo que primero? – me cortó y yo me empecé a reír.

- Habrá primero, segundo y todo lo que yo quiera. Quiero que prepares algún coctel de los que sabes hacer. El que tanto me gusta.

- ¿Cosmopolitan? – y yo asentí. – Veré si tenemos los ingredientes. Aunque dudo que haya hielo – y se quedó perplejo cuando me vio señalarle la puerta de la calle. - ¿No estarás pensando en serio que salga para coger hielo? Estás muy loca y, cuando me pides estas cosas me das verdadero miedo.

Yo me reí y esperé a que Harry me hiciera mi coctel favorito. No me gustaba mucho beber, pero desde mi viaje a Nueva York con las chicas, siempre me pedía un Cosmopolitan, como en Sexo en Nueva York. Allí era divertido pedir justo ese, y cuando volvimos, siempre que lo pedíamos nos acordábamos de todos los momentos y no parábamos de reírnos.

Antes de que Harry me lo trajera, vi que se ponía el abrigo y salía maldiciendo de la casa. No tardó mucho en volver a entrar. Se dirigió otra vez a la cocina, y a los pocos segundos, lo tenía delante, con mi coctel en una mano.

- Gracias cariño. ¿Tú no te has hecho uno?

- Prefiero una cerveza.

- Pues ve a la cocina y tráete una.

Sin decir nada, fue a la cocina, cogió una cerveza y volvió al pequeño salón. Se me quedó mirando con la cerveza en la mano mientras yo me bebía tranquilamente mi coctel.

- ¿Me tengo que tomar la cerveza de pie? – pobrecillo, se estaba empezando a cansar de aquel juego y yo, mientras, me lo estaba pasando genial, a su costa.

- Puedes sentarte junto al fuego, así no te enfriarás – y le guiñé el ojo.

- Espero que el coctel esté bueno, porque la cerveza no es nada del otro mundo.

- Delicioso.

- Me alegro.

Pobre Harry, siempre tan bueno conmigo y yo poniéndoselo difícil. Pero sabía que el final de todo aquello le gustaría. Estuvimos bebiendo en silencio, él miraba al fuego muy serio y yo le miraba a él, divertida y sin poder aguantarme la risa. Cuando los dos dimos el último sorbo, continué con el juego.

- No me pongas esa cara, esto todavía no ha terminado.

- ¿Y ahora qué? – preguntó él sin mucho ánimo.

- Antes de nada, deja la cerveza y la copa en la cocina. Hay que ser limpios.

- Como quieras. – y se fue a dejar las cosas en la cocina. Cuando volvió, continuamos.

- Vale. Ahora quiero que cojas mi maleta pequeña, la que he traído yo de Valencia. Tráela y ábrela.

- A sus órdenes.

La acercó hasta donde yo estaba y la abrió. Nada más vio lo que había dentro, me miró sorprendido y sonrió. Cogió el pequeño paquete y apartó la maleta. Cuando vio lo que era, se acercó a mí, aunque en teoría no podía, y me besó.

- Sabes que no hacía falta. Tenía pensado comprarme uno cuando volviéramos. – cogió el reloj y se lo fue a poner, pero yo le detuve.

- Por mi culpa te quedaste sin tu antiguo reloj. Hay una inscripción detrás, léela.

- We belong together for eternity.

- ¿Te suena?

- Es nuestra canción – y sonrió.

- You’re mine; your lips belong to me. Yes, they belong to only me, for eternity – y él continuo la canción.

- You're mine, my baby and you'll always be. I swear by everything I own. You'll always, always be mine – y se acercó un poco más a mí.

- You're mine and, we belong together. Yes, we belong together, for eternity – y cuando acabé la canción, Harry me acarició la cara y me besó. – Espero que cuides mejor este reloj que el anterior, o si no, me enfadaré mucho.

Se puso el reloj y fue a besarme otra vez, pero yo le paré y le dije que seguía sin poder acercarse a mí y a la manta. Se apartó solo un poco y miró orgulloso su regalo.

- Gracias cariño, me gusta mucho.

- Bien. Ahora sigue buscando en esa maleta. Hay algo más al fondo, pero sin envolver.

- Vale. Creo que esto me empieza a gustar. ¡Oh! ¿Es esto? Sí, tiene que ser esto, porque no me acuerdo de habértelo visto antes – y sacó un picardías negro, muy sexy.

- Sí, es eso. Lo vi en la tienda y me enamoré de él. ¿Te gusta?

- Me gustará cuando te lo vea puesto – y volví a ver deseo en su mirada, como cuando vimos por primera vez el dormitorio.

- ¿Y la manta? ¿Ya no quieres que te deje espacio en la manta? – y no pude evitar reírme. Sabía perfectamente que, llegados a ese momento, se olvidaría de la manta.

- Estás loca si piensas que vamos a seguir con esto. ¡A la cama inmediatamente!

- ¡Jo! ¡Aquí se está muy bien! – y me acurruqué más aún, para que pareciese que no me quería ir.

- ¡He dicho que a la cama!

Me quité la manta, cogí el picardías y salí corriendo, para luego encerrarme en el baño. Oí que Harry estaba al otro lado intentando abrir la puerta.

- ¿Te vas a quedar ahí? ¡No puedes dejarme así! ¡Ahora no!

- Vete a la cama y espérame. ¿No querías que me pusiera el picardías? Pues déjame que me lo ponga y enseguida salgo. ¡Lo prometo!

- Cariño, ¡date prisa, por favor!

Y no se escuchó nada más. Me quité la ropa lo más rápido que pude y me puse el casi transparente picardías. Me arreglé un poco el pelo, me puse rímel y un poco de colorete y salí. Fui directa al dormitorio, pero me quedé en la puerta. Carraspeé para que Harry se girara y me viera.

- Estás alucinante.

- Lo sé. ¿A que me queda bien? – y me acerqué a donde estaba Harry.

- Mejor que bien. Lástima que no te vaya a durar mucho tiempo puesto – y yo me empecé a reír.

Me cogió por la cintura y me acercó a él. No podía quitarme los ojos de encima. Me miraba todo el cuerpo, de arriba abajo, pero se paró justo debajo de mi ombligo. Me subió un poco el picardías y miró fijamente.

- ¿Y esto? – preguntó mientras pasaba su dedo por mi tatuaje.

- Ah, sí. Me lo hice hace una semana. ¿Te gusta?

- Es bonito, pero no entiendo lo que pone.

- Normal, está en árabe.

- ¿Y qué dice?

- The heart never lies. Ya sabes, por las chicas. Es muy duro vivir separada de ellas y, cuando las vi en Valencia, se me encogió el corazón al pensar que solo tenía dos meses para estar con ellas. Una de las noches que salimos, nos emborrachamos y se me ocurrió la idea del tatuaje. Podía haber puesto muchas cosas, pero esa canción es la que mejor nos define y con la que empezamos a ser muy buenas amigas. Cuando me lo hice todas empezamos a llorar y a reír a la vez, fue una locura – pero no pude evitar sentirme triste.

- ¿Estás bien, pequeña? ¿Quieres que lo dejemos para mañana? – dijo abrazándome.

- ¡Ni lo sueñes! No me he puesto este picardías tan sexy para luego no darle uso. Así que ya estás desnudándote.

- ¡A sus órdenes!

Pero no se desnudó enseguida, primero disfrutó un poco de mi picardías y de mi añorada piel. Le encantaba ir despacio al principio, saborear cada rincón de mi cuerpo, haciéndome sufrir poco a poco. Y yo lo disfrutaba, me dejaba llevar con sus caricias y besos. Pero llegaba un momento en el que ninguno podía aguantar más, los dos necesitábamos continuar. Era en ese momento, cuando él se desnudaba y me arrancaba el picardías, dejándolo destrozado e inutilizable para siguientes ocasiones.

- Podías haber tenido un poco más de cuidado, ¡que era un regalo! – dije poniéndome encima de él.

- Es tradición que estas cosas acaben así. Además, ¡no te quejes tanto! Que a ti te encanta que lo rompa, si no, ¿a qué vienen esos gemidos? – y rió.

- Eres un idiota. – dije haciéndome la ofendida.

- Si quieres paro – y dejó por un instante de acariciarme.

- Eres un idiota y un aguafiestas – e intenté separarme de él, pero no me dejó. Me atrapó entre sus brazos y me puso debajo de su cuerpo.

- Y tú eres una niña muy tonta que se lo cree todo – y volvió al ataque.

Fue una noche llena de pasión, caricias, deseo, locura y besos. Los dos lo dimos todo y más. Nuestras noches siempre eran perfectas, pero esto era diferente, estábamos en una casa que no era la nuestra, en otro país y hacía dos meses que no nos tocábamos. Hubo momentos tiernos y otros llenos de lujuria. Creo que si hubiéramos tenido vecinos, habrían llamado a la policía, por los gritos y esas cosas. Y después de varias horas sin descanso, nos tumbamos el uno al lado del otro y nos dormimos. Había sido un día demasiado largo como para quedarnos despiertos y hablando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario