lunes, 18 de julio de 2011

Capítulo 5

Me desperté desorientada. Miré a mi alrededor y vi que estaba en la cama. Harry no estaba en la habitación. Fui a enderezarme para buscarle, pero él apareció por la puerta.

- ¿Estás mejor? – preguntó mientras se acercaba y se sentaba a mi lado.

- Creo que sí. ¿Qué me ha pasado? Me siento un poco mareada.

- Lo de antes te ha superado y te has desmayado. Hace mucho que no te pasa, igual sería buena idea ir al médico.

- No, no. Tranquilo, estoy bien. Habrá sido una bajada de tensión. ¿Hay algo de comer?

- He hecho pasta, ¿te apetece? – y sin dejar que contestara me cogió en brazos y me llevó al salón.

- Algún día tendré que andar.

- Cuando dejes de desmayarte te dejaré que andes todo lo que quieras – y me sentó en el sofá, dándome un beso en el cuello antes de irse a la cocina.

- ¿Te has aburrido mucho sin mí? – me apoyé en el respaldo para verle mientras me calentaba la pasta.

- Lo normal – y me sonrió. – He ido a dar una vuelta, pero no me he alejado mucho.

Me trajo el cuenco con la cena y se sentó a mi lado, observando cómo comía. Siempre hacía lo mismo, cuando aparecían los desmayos, me cuidaba como si me fuera a pasar algo muy grave. Hace tiempo que fuimos al médico y ya me dijo que me pasaría de vez en cuando, que no nos alarmáramos, que era algo normal. Pero Harry tenía miedo de que me pudiera pasar sin estar él y que entonces me pasara algo realmente malo. Habíamos discutido muchas veces sobre ese tema, pero al final comprendió que era algo que ninguno de los dos podíamos solucionar, teníamos que vivir con ello. Por eso, desde ese día, iba siempre con algo salado en el bolso, por lo que pudiera pasar.

Terminé todo lo que había en el cuenco y Harry se lo llevó a la cocina. Volvió y dejó que me acurrucara a su lado. No tenía muchas ganas de hacer nada, así que decidimos quedarnos esa noche en la casa. Acabé tumbada en el sofá con las piernas encima de las de Harry. Él estaba leyendo un libro y yo leía la revista que había comprado en el aeropuerto de Valencia. Me la sabía de memoria, pero no tenía otra cosa mejor que hacer. Cuando llevábamos un rato así, Harry se levantó.

- ¿Te vas ya a la cama?

- No, aún no. Voy a hacer una cosa.

Y no me dijo nada más. Al cabo de unos minutos, volvió a aparecer en el salón. Me miró con una sonrisa y me dijo que le siguiera. Se paró en el baño y me hizo entrar. Había llenado la bañera, estaba repleta de espuma y velas por todas partes.

- ¿Es para mí? – dije acercándome a la bañera.

- Toda tuya – y se dio la vuelta para irse, pero yo le detuve.

- ¿Y tú? Podríamos meternos los dos.

- No sé si te has dado cuenta, pero en esa bañera no cabemos los dos. Así que disfrútala y relájate. Yo te espero en la cama – me dio un beso y cerró la puerta.

Bien. Necesitaba un poco de espacio, tiempo para pensar en mis cosas. Cuando me agobiaba mucho, siempre me daba un baño. Y Harry sabía perfectamente que aquel momento era ideal para que desconectara.

Me desnudé y me metí corriendo en la bañera. Podría pasarme horas ahí dentro, incluso más de una vez me quedé dormida. Si pasaba más de una hora, Harry venía a ver cómo estaba y si yo me había dormido, me despertaba con dulzura y se iba. Llevábamos haciendo lo mismo durante cuatro años.

Cuando conseguí relajarme, las ideas volvieron a mí. Era hora de enfrentarme a ellas, tenía mucho tiempo para pensar en lo que debía hacer. Me imaginé una escena donde Harry tenía en brazos a una niña de unos tres años y yo estaba haciéndoles una foto. No me hizo daño imaginármelo, todo lo contrario, hizo que sonriera. Podía estar bien tener un bebé. Pero las mismas dudas de siempre se me aparecían. ¿Boda? ¿Tendré que casarme con él? ¿Qué dirán todos si les decimos que vamos a tener un bebé? ¿Y sus padres? ¿Se lo tomarán bien o me exigirán que me case con su hijo antes de tenerlo? Hundí la cabeza para que todas aquellas preguntas se esfumaran. Cuando noté que me faltaba el aire, saqué la cabeza y, gracias a dios, todas las preguntas habían desaparecido. Solo estaba la escena: Harry, nuestra hija y yo.

Vi que mis dedos estaban muy arrugados, así que decidí que ya era hora de salir de la bañera. Además, tenía que hablar con Harry. Me puse la toalla y me sequé el pelo. Había un albornoz detrás de la puerta, así que me lo puse, y me fui al dormitorio. Cuando entré, vi a Harry con el móvil.

- Gracias por el baño. He salido completamente renovada.

- Me alegro. Ese albornoz te queda muy sexy.

- ¿Ya estás pensando en eso? No es posible que te ponga en albornoz – me acerqué a la cama y me puse encima de Harry.

- Tú me pones siempre, incluso en tus peores días – y rió.

- Te crees muy gracioso, ¿eh? – y le di un beso.

- Así es como te enamoré – pero no me dejó tiempo para replicar. Me dio la vuelta y se puso encima de mí.

- Tengo algo que decirte – tenía que soltarlo antes de que continuara.

- Dime, ¿qué ocurre? – pero su cara era de preocupación, no de sorpresa.

- No es nada malo, así que no pongas esa cara.

- ¿Siempre tienes que hacerme esperar tanto? ¡Suéltalo de una vez! – y yo me reí, me encantaba cuando se ponía así. Allá voy.

- Quiero que tengamos un bebé – su cara cambió completamente, ahora era de felicidad.

- Creo que ese baño te ha afectado demasiado. ¿Dónde está la Aurora que conozco? – pero paró de reír cuando vio que mi cara era seria. - ¿Lo estás diciendo enserio?

- Cariño, quiero ser madre. Necesito que comprendas que esto es muy duro para mí. No va a ser nada fácil, pero quiero que sepas que estoy preparada, si tú lo estás.

- Entonces, ¿vamos a ser papás? – estaba muy feliz.

- Bueno, primero tendré que quedarme embarazada, ¿no? – y los dos reímos.

- Claro, se me olvidaba el paso más importante – y empezó a besarme mientras me quitaba poco a poco el albornoz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario